Algo auténtico
Arte, cine, música, fotografía, dibujo, tinta china, poesía, relatos, budismo zen...
tinta y acuarelas
RETRATOS PERSONALIZADOS EN TINTA CHINA NEGRA POR ENCARGO:
| Precio | Tamaño |
Pequeño:
|
30 euros |
15x21 cm. aprox. (Total con marco: 20x25 cm.)
|
Grande:
|
50 euros |
19x27 cm. aprox. (Total con marco: 24x30 cm.)
|
Técnica de tinta china negra, con pincel. Enmarcados sobre fondo negro y presentados bajo cristal, sin marco externo.
OTROS CUADROS:
Precio: 20 euros. Tamaños variados entre 20x25 cm. – 24x30 cm. (incluyendo marco) |
Técnica: tinta china negra, acuarela, goauche, acrílico, mixta. Enmarcados sobre fondo negro y presentados bajo cristal, sin marco externo.
C.
martes, 6 de noviembre de 2012
viernes, 21 de septiembre de 2012
ZEN PARA TODOS
ZEN
PARA TODOS.
Mi
experiencia directa con la práctica del budismo zen me impulsa
a querer compartir su sabiduría milenaria con quien quiera
leer esto.
Pero,
¿qué es el zen? No te asustes. El zen, a mi modo de
ver, no es una religión (aunque si te sientes cómodo
con tu religión no tienes por qué abandonar su
práctica, ya que el zen no es incompatible con nada), sino un
modo de vivir la vida diaria y cotidiana, pero un modo diferente de
vivirla, de forma más consciente, más plena, más
“presente”. En la práctica del zen no cabe la magia, ni el
esoterismo, ni ninguna práctica especial que requiera
cualidades extraordinarias. No es necesario ni inscribirse en parte
alguna, ni raparse el pelo al cero, ni hacerse monje, ni encerrarse
en un monasterio budista o apartarse del mundo para practicarlo
(aunque si quieres puedes hacerlo, claro). No hay dioses a los que
rezar, ni rituales de iniciación. Puedes empezar a practicarlo
ahora mismo, en este mismo lugar, porque el zen es (más allá
del tiempo y del espacio que conocemos) tan sólo la práctica
del AQUÍ Y AHORA. Es saborear el instante presente Tal y Como
Es.
Según
el budismo y, al parecer, según los avances científicos
en neurociencia y física subatómica, TODO ES
CONSCIENCIA. La realidad es pura consciencia, y de esa realidad tan
sólo llegamos a captar una pequeña parte, lo que
nuestro nivel de consciencia actual nos permite. Y además una
pequeña parte muy condicionada por nuestros gustos personales,
opiniones, apegos, costumbres adquiridas… por nuestra
“socialización” como seres humanos, en definitiva. Esa
“socialización” es en parte necesaria para nuestro
desarrollo como especie (para no destruirnos unos a otros) y para
poder entendernos, respetarnos, comunicarnos, y vivir en paz los unos
con los otros. Pero si vamos más allá de esta
“socialización” (sin que eso signifique des-socializarnos)
y ahondamos un poco en nuestro interior podremos llegar a apreciar
que la vida es algo más que aquello que creemos que es.
¿Quién
puede practicar el zen? ¿Para quién es? Todo el mundo
puede practicar el budismo zen, practicarlo dependiendo de su nivel
de consciencia actual. ¿Cómo empezar? Pues desde el
principio. Este es el principio del camino, estés donde estés,
estés haciendo lo que estés haciendo, seas quien sea o
hayas hecho lo que hayas hecho. Es este, este mismo punto en el que
está ahora. Y el primer paso depende de ti, exclusivamente de
ti, de nadie más. No importan las condiciones a las que estés
expuesto, ni tus circunstancias o posibles dificultades. No hay
límites ni limitaciones. No los crees en tu mente. Como dice
un proverbio zen: “el que tenga sólo pies, que practique con
los pies; el que tenga sólo manos, que practique con las
manos”. Simplemente empieza por prestar atención a este
momento. Pon tus cinco sentidos en este momento, en lo que está
sucediendo en este momento. ¿Cómo respiras? ¿Cómo
estás sentado? ¿Cómo te mueves? ¿Sientes
frío o calor? ¿Escuchas algo de fondo? ¿Cómo
percibes los colores, los olores? Hazte estas preguntas, pero no
intentes dar respuestas con tu mente pensante o racional. Esa mente
nos ayuda a ser eficaces, prácticos y efectivos. Podemos con
ella pelar una patata o freír un huevo, hablar con otros, o
construir robots de última generación. Pero esa pequeña
mente no puede gobernar toda nuestra vida, todos nuestros actos,
porque es una mente condicionada, socializada. Pero dejemos estas
elucubraciones sobre la mente pensante por un momento. Obviemos todas
las preguntas que nos vienen a la cabeza y continuemos prestando
atención a todo lo que nos envuelve, a nuestros actos, a los
actos de los demás. Este es el principio. Prestar atención.
Y prestar atención prescindiendo de nuestras opiniones
personales, de nuestras ideas “prefijadas”, prejuicios, miedos,
etc. Al principio esto nos resultará bastante complicado de
practicar, aunque parezca mentira. Es muy sencillo, pero a la vez muy
complicado. Porque una y otra vez nuestra pequeña mente
empezará a fabricar preguntas y respuestas sin cesar acerca de
todo lo que “enfoquemos” con nuestra atención. Preguntas y
respuestas sin final ni principio, como una rueda que gira
interminablemente por pura inercia y que no se detiene nunca. Y todas
estas preguntas y respuestas son el “velo” o la pantalla que nos
impide disfrutar o vivir la vida en su aspecto real, a través
de todos nuestros instintos. Hay que dejar pasar las preguntas y las
respuestas y seguir prestando atención a lo que estamos
percibiendo en este momento. A mí, por ejemplo, se me ocurre
ahora mismo una pregunta: ¿es la consciencia un sentido más,
al igual que la vista, el gusto, el tacto, etc.? No sé. Esa
pregunta está ahí, pero ahora mismo pasa. La dejo
pasar, la dejo irse como si fuera una nube en el cielo. Ahora está,
ahora cambia de forma, ahora desaparece. Ahora llega otra nube,
muchas nubes. Y repito la operación. Las nubes van por el
cielo. Observamos el cielo. Y comprendemos que en el cielo hay nubes,
es natural. No tenemos por qué destruir las nubes, ni
eliminarlas. Vivimos el presente con el cielo y las nubes. Ni el
cielo ni las nubes importan uno más que las otras. Son nuestra
consciencia. Somos nosotros.
Hay
muy pocas personas que practiquen el zen con diligencia y con
constancia. Conozco muchos que dicen ser budistas, pero no practican
nada el budismo. Eso no es ser budista. Si no quieres practicar el
budismo, ¿para qué te interesa el budismo? No es
obligatorio, ni quizá necesario para ti en estos momentos.
¡Déjate de rollos y sigue con la vida que llevas ahora
mismo! Puede ser una vida igual de maravillosa y plena, llena de
sentido, como la de cualquier practicante de budismo. El interés
por la práctica del zen llega por sí sólo. Los
motivos pueden ser variados: cierta curiosidad, preguntas acerca de
nuestra verdadera naturaleza, acerca de quiénes somos en
realidad como seres individuales, frustraciones, fracasos en lo que
realizamos, resentimiento hacia la gente o incluso hacia nosotros
mismos, apatía, depresión, hartazgo de todo, incluso
del éxito, de la fama, del poder y del dinero… o quizá
no te llegue nunca. Es un misterio. Si no te llega, pues puedes leer
esto como un divertimento más, o dejarlo correr, pasar página,
irte a otras páginas de Internet y seguir viviendo lo que
estás viviendo. No pasa absolutamente nada. No eres ni mejor
ni peor que nadie. Pero si te llega ese interés, si tropiezas
por casualidad con el zen en un momento de tu vida en que quizá
lo estés pasando mal, en el que las dudas y las preguntas te
atenazan… es bueno tener una guía, una pequeña luz en
medio de un camino oscuro que nos indique el camino para salir de la
confusión en la que nos hallamos.
En el
zen no hay respuestas. El zen no da respuestas a nada. Las respuestas
las van encontrando tú por ti mismo a medida que vas avanzando
en la práctica. Y algunas de esas respuestas no son solamente
de carácter racional, sino “experiencial”. No hay palabras
para esto que trato de explicar, pero puedo intentar señalarlo
con un dedo: cuando decimos “esto sabe dulce”, ¿qué
estamos diciendo? “Dulce” es sólo una palabra que nos
sirve como referencia respecto a otros gustos como “salado”,
“agrio”, etc. Pero nosotros no “sentimos” la palabra, no la
probamos. No existe “dulce”. La palabra “agua” no moja. Al
igual que si nos comemos una manzana pintada en un cuadro no nos sabe
a nada. Esto es lo que quiero indicar con “experiencial”, o más
allá de las palabras y de la razón. Por eso muchas
veces hay respuestas racionales y otras no, aunque en el sentido
último (si es que lo hubiera) la práctica del zen no
busca encontrar esas respuestas racionales, ya que eso es lo que
venimos haciendo desde que empezamos a “socializarnos”, y puede
ser que vayamos huyendo de esto al encontrar insatisfacción,
frustración, etc. en ese modo de vida. Pero debo añadir
que en realidad no hay que huir de nada ni de nadie, ni de la
sociedad ni de sus costumbres o sus preguntas y respuestas. Sólo
hay que practicar lo que se nos dice con paciencia, con cierta
constancia, dejándonos llevar por nuestra propia intuición
natural, sabia, milenaria. No busques metas, no busques objetivos.
Descarta el querer “estar bien” o “encontrar la felicidad”.
Sólo son términos, ideas, conceptos completamente
abstractos, palabras y definiciones de lo que puedes sentir realmente
cuando vas más allá de ellos. No sé si existe la
felicidad, no sé si hay esperanzas de que todo nos vaya mejor,
no sé si existe la dicha o de si existe el bien o el mal. No
sé nada. Sólo me dedico a vivir este momento
prestándole la máxima atención, dándome
con todos mis sentidos, y dejándolo pasar, dejando este
momento y sumergiéndome en el momento que viene a
continuación. Una nube, otra nube, el cielo, tormenta, viento,
sol, lluvia, árboles, un coche que pasa, el teléfono
que suena, las tareas que debo realizar hoy… todo en su momento.
Cada cosa en su lugar y en su tiempo. Atención a todo esto. Y
poco a poco la consciencia se irá abriendo. No crece, porque
la consciencia no crece ni decrece. No es algo físico, ni
tiene principio ni fin. Simplemente, ES. Y puede estar oscurecida o
iluminada. Esto es la “iluminación”, y no lo que
supuestamente creemos que es. No hay paraísos a los que
llegar, ni éxtasis místicos que conseguir. No hay que
aferrarse absolutamente a nada. Hay que dejar pasar, una y otra vez,
dejar pasar constantemente, fluir como un riachuelo alegre en medio
de las montañas. Descarta la idea de la iluminación,
del bien, del mal, de la felicidad. Esto, a su vez, no implica forzar
nada ni obligarnos a nada, o reprimirnos. No reprimir lo que
sentimos, no obligarnos a sonreír si no queremos hacerlo. Si
estamos tristes, estamos tristes. Si nos duele algo, nos duele. Si
nos sentimos confusos y desanimados, nos sentimos así. La
práctica zen sólo te indica que, una y otra vez, en
medio de todas circunstancias, sensaciones, emociones y sentimientos,
te instales en el presente que estás viviendo. Que, a pesar de
todo ello, sigas prestándole atención a todo. ¿Qué
sientes? Siéntelo sin miedo, pero no dejes de prestarle tu
atención a la realidad: cómo sientes tu dolor, o cómo
sientes tu miedo, o tu alegría o tu dicha. ¿Qué
te provoca? ¿Qué te produce? Exprésate
interiormente, no le des palabras a “eso” que sientes. No lo
catalogues como bueno o malo, como mejor o peor. Sólo
siéntelo. Eso sólo lo puede hacer tú. Yo no
puedo ayudarte, nadie puede hacerlo por ti. Ve más allá
de esto y no te aferres a ello, instálate en el siguiente
momento presente. Al principio te va a resultar difícil, pero
poco a poco te vas a sentir “mejor”, más ligero, y vas a
ser capaz de ir dejando atrás con mayor rapidez todas estas
percepciones y emociones, con soltura, con maestría. Aunque
todo requiere práctica. Según el nivel de consciencia
en el que te encuentres, según practiques con mayor o menor
asiduidad el “sabor” del momento presente, te va a costar más
o menos encontrar o sumergirte en ese estado (no definitivo ni
perpetuo, ni para siempre) de alegría sin motivos, de frescura
espontánea. La sonrisa aparecerá por ella misma. Quizá
después de muchos años de práctica (dos, tres, o
setenta); o quizá después de algunos minutos o de un
solo segundo. Porque el presente, la consciencia, la realidad…
están más allá del tiempo y del espacio. Ni
absolutos ni relativos. Hay que utilizar esa pequeña mente que
todo lo cataloga, que todo lo disecciona; pero no hay que dejar ser
utilizados por ella. Coge tu coche, conduce. Ahora suelta el volante.
¿Qué sucede? Que el coche te lleva a ti. Mientras vayas
en línea recta todo va bien, pero… ¿y si vienen
curvas? ¡Atención!
Un
saludo.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
PLAYA DE LA CONCHA (OROPESA DEL MAL)
ILUMINADA
ONLY A ONE KISS
ESCAPE
PREMIO
PUREZA
LEALTAD
MAMA
SIGNO
BICHA
BURLÓN
DESTAPAR
INDISPOSICIÓN (AUTORRETRETE)
MEDICINA
OK
PRIMOROSO
PROCESO
RIMADOR
viernes, 17 de agosto de 2012
PROXIMAMENTE
Próximamente información, fotografías, arte, cine, proyectos, budismo zen, etc. en mi nuevo blog
Gracias
Gracias
Suscribirse a:
Entradas (Atom)